Simplemente Herman Hesse



Herman Hesse , es realmente un ser mitico , creador de Siddhartha y el Lobo estepario , en el año 1907 escribio un pequeño articulo para News wiener tayeblatt y la verdad a sido uno de los mas maravillosos textos que he leido por este mes ( aun no tengo la etiqueta negra de este mes ... jejeje ) bueno me gustaria compartirlo con ustedes espero , no... no es OBLIGATORIO que lo leas te aseguro 100 % que te sentiras mejor al haber acabado




Una vieja canción

En la vida del hombre medio de nuestro tiempo, la celebración de unas pocas festividades que todo el mundo conmemora constituye propiamente la única concesión al ideal. Celebra la fiesta de Año Nuevo con un gesto de cabeza o con un suspiro sentimental por la caducidad de la vida, el rápido paso del tiempo; celebra las dos Pascuas como fiestas de la primavera y del tiempo nuevo; celebra el día de Difuntos con una visita al cementerio. Y conmemora las Navidades concediéndose un día o unos cuantos días de descanso, y regalando un vestido nuevo a su esposa y unos juguetes a los niños. Hay quien experi­menta también una alegría transitoria, resignada, por el júbilo de los niños; contempla el iluminado árbol de Navidad con un re-cuerdo algo melancólico de la propia infancia, y al ver a sus niños con los regalos y llenos de gozo, piensa: sí, sí alégrense y gocen de todo esto, porque demasiado pronto la vida les quitará la alegría y la inocencia.

No pregunta: ¿por qué? ¿Por qué me parece natural que “la vida” sea un poder maléfico, que conduce al país de la infancia a la culpa, al desengaño y al trabajo aborrecible? ¿Por qué la alegría y la ino­cencia tienen que ser necesariamente víctimas de esta “vida”?

El día en que se hiciese todas estas preguntas, el hombre medio habría dejado de serlo y habría dado el primer paso hacia una vida nueva. Y si luego continúa andando por el mismo camino, cada día de su vida le parecerá mucho más valioso, más lleno de contenido y más importante que todas las celebraciones anteriores, con su fulgor efímero y su poquito de meditación contemplativa, sólo au­téntica a medias. Verá que no ha sido la “vida” lo que le ha quitado la inocencia, la alegría y los ideales, y que era injusto y ridículo acu­sarla de ello. Porque fue él mismo quien se engañó.

Porque no existe una “necesidad” ni un “paso del tiempo” que pue-da obligar al individuo a preferir los bienes materiales a los espiri­tuales, los efímeros a los imperecederos. El que ha hecho esta elec­ción decisiva, no puede culpar de ello a nadie más que a sí mismo.

“Pero bueno”, me dirán, “nuestro tiempo no tiene nada de ideal, y no podemos cambiarlo ni cambiarnos.”

Sí, se trata de una vieja frase, que uno tras otro han ido profiriendo y que todo el mundo se supone obligado a creer. ¡Nuestro tiempo no es ideal! ¿Por qué no? ¿Porque la lucha por ganar dinero es más evidente, más despiadada y poco elegante que anteriormente? Pero la cuestión es el juicio que algún día merecerá nuestra época. No creo que digan: fue la época en que el carbón estaba más caro, la época en que se inventaron el timbre de llamada y los baños de oleaje, la época de las últimas diligencias y de los primeros vehícu­los eléctricos. Más bien me inclino a creer que dirán: fue la época en que abundaron los escritores, la época de los numerosos y fuertes movimientos religiosos. Todo lo que ahora les parece una agrada-ble pérdida de tiempo y un lujo, e incluso muchas de las cosas que califican simplemente de estupideces y de extravagancias, serán las que permanecerán y existirán, las que tendrán un valor y una vi­gencia, cuando toda su lucha, tan grave y encarnizada, por la bolsa repleta de dinero, llevará mucho, muchísimo tiempo olvidada.

¿No se dan cuenta que el amor y la alegría son unas potencias superiores a las que dedican unos días festivos específicos, sagra­dos, protegidos por el Estado? Pero, ¿qué aspectos tienen entre nosotros el amor y la alegría? Para tener un poco de alegría unos días, o a los sumo unas semanas al año, gastan tres cuartas partes de su vida entre el polvo y el sudor de un trabajo sin gozo, que no ennoblece, sino que oprime. Y cuando este trabajo les cansa y se apodera de ustedes un hambre de luz y alegría, la mayoría no lo busca en su propio interior, sino que debe comprarlos… en el teatro, en el cabaret o en la taberna. ¿Y qué ocurre con el amor? El hombre que sacrifica de diez a doce horas para ganar dinero, de dos a cuatro para ir a la taberna o a otras diversiones, tiene muy poco tiempo sobrante para dedicarlo a la mujer y a lo hijos, a sus hermanos y hermanas.

Existe un singular pero muy simple secreto que procede de la sabi­duría de la vida de todos los tiempos: la más pequeña dedicación a una cosa, cualquier simpatía, todo amor nos enriquece, en tanto que cualquier esfuerzo por el poder y la posesión nos roba fuerza y energías y nos empobrece. Así lo supieron y lo enseñaron los hindúes, y luego los sabios griegos, y después Jesús, cuya fiesta ce-lebramos ahora, y desde entonces, lo han sabido también millares de sabios y de poetas, cuyas obras han resistido el paso del tiempo; en cambio los ricos y monarcas de sus respectivas épocas se han extinguido y han pasado. Puedes creer a Jesús o a Platón, a Schiller o a Spinoza; en todos ellos, la última verdad es que ni el poder ni la propiedad ni el conocimiento dan la felicidad; únicamente la da el amor. Todo des­prendimiento, toda renuncia por amor, toda compasión activa, toda entrega de uno mismo parece un empobrecimiento, una renuncia a la propia personalidad, y sin embargo es un enriquecimiento y un engrandecimiento, y constituye el único camino que nos lleva ha­cia delante. Se trata de una vieja canción, y yo soy un mal cantor y un mal predicador, pero las verdades no envejecen y son ciertas siempre y en todas partes, aunque se prediquen en un desierto, se canten en un poema o se impriman en una revista.

(Publicado originalmente en “Neues Wiener Tageblatt” en 1907) .. luego en la revista Lado B febrero 2006


2 comentarios:

Anónimo dijo...

estupendo!!!
gracias por compartirlo, me ha sentado genial. cabe decir que soy fan de hesse :) pero nunca había leído un artículo suyo.

un abrazo :***

k.

Antonius dijo...

Gracias , por el comentario .. te cuento que recien despues de tiempo me conecto .. disculpa por la tardanza